En estos días, en uno de los lugares donde laboro en Nueva York, tuve una porfiada discusión con algunos de mis compañeros colombianos de trabajo. Hice un comentario acerca de las revelaciones de WikiLeaks sobre Colombia, específicamente sobre el expresidente Uribe, e inmediatamente me preguntaron que por quién había votado para Presidente en las elecciones pasadas. Yo, con tranquilidad, dije que lo había hecho por Mockus. Uno de ellos me dijo con vehemencia: “usted está loco. Si ese tipo se casó encima de un elefante, cómo recibiría a Obama en el Palacio”. Otro señaló con fe: “Gracias a Dios ganó Santos, o si no el legado de Uribe habría desaparecido. Tenaz”. Una compañera me regañó, y aunque hubiera sido mejor una cachetada, añadió a la discusión: “Donde Santos no fuera Presidente, no podríamos seguir acabando con la guerrilla y yo no sé qué pasaría con el país. Nos iríamos a pique”. Ella, por supuesto, se refería a Colombia, aunque vive hace más de diez años en Nueva York sin visitar su país natal. Yo, inmediatamente sonreí irónicamente y les dije: “Si se casó en un circo o en una Iglesia no lo inhabilita para ser Presidente. Además, el que Santos haya ganado no quiere decir que vaya a seguir las doctrinas de su exjefe”. Les pregunté a los cuatro con que estaba “almorzando”, cuál consideraban que era el problema más grave de Colombia. Por supuesto, casi al unísono respondieron: “la guerrilla”. Parecían niños de primaria repitiendo la lección.
Escribo este post para ellos, la gran mayoría de colombianos que viven en los Estados Unidos y están convencidos que Santos es la continuidad de Uribe, y por esa misma razón votaron desde su consulado más cercano. No voy a debatir el trabajo de Santos como Presidente, voy a desglosar los eventos más significativos de su gobierno que demuestran el Santos que nadie vio en Juan Manuel. Un Santos que como en muchas ocasiones se le volteó a sus jefes, a sus aliados, y que hoy, tal y como lo señala Vladdo en una de las caricaturas del “Santuario Presidencial” en la Edición No. 1477 de la Revista Semana: “¿Cómo van a demandar a Uribe por traición a la patria? Aquí el traidor soy yo”.
Aclaro también que no me adhiero a Santos ni a su gobierno. Cuidado, porque hay mucho lagarto suelto, no va y sea que los muerdan. ¡Oh, pobre México! Santos no ha dado tanta papaya como su antecesor, que la sigue poniendo siendo ex, pero no lleva ni seis meses.
Quienes pensaban que Juan Manuel Santos sería una réplica del gobierno de Álvaro Uribe, es decir que le cuidaría sus tres huevos, poco a poco se van dando cuenta que la continuidad no es tal. Empecemos, como siempre por lo primero, quienes conforman el gobierno de Santos, sus ministros.
El más notable, mediáticamente hablando, Germán Vargas Lleras, Ministro del interior y de Justicia, fue uno de los primeros senadores que en su época se unió a la candidatura de Álvaro Uribe en 2002. Sin embargo tuvo varios roces con el expresidente, desde un atentado que sufrió Vargas y Uribe nunca le puso cuidado con supuestas pruebas de los actores intelectuales, hasta la campaña en contra de la segunda reelección por parte del partido de Vargas, Cambio Radical. Uribe incluso, llegó a llamarlo “hipócrita” en un desayuno con senadores de su coalición.
Otro de los grandes opositores de Uribe en materia económico y de agricultura, es precisamente, el Ministro de Agricultura y Desarrollo Territorial. Juan Camilo Restrepo opositor a la política tributaria y agraria del gobierno Uribe, fue una de las primeras muestras por parte de Santos que su gobierno no seguiría en su totalidad las líneas del anterior. Fue uno de los llamados de atención más interesantes, teniendo en cuenta el despelote que se armó en esa cartera con escándalos como Agro Ingreso Seguro. Aunque Restrepo ha dicho reiteradamente que este programa continuará funcionando, siempre ha aclarado que los “avivatos” que abusaron de él serán perseguidos. Entre esos, investigados varios allegados de Uribe, como su consentido “el Pincher” Andrés Felipe Arias, exministro de Agricultura, por si acaso.
Las relaciones con los países vecinos son muy distintas. Santos ha declarado que Chávez es su “nuevo mejor amigo”, mientras que éste último es uno de los personajes que más desprecio genera en Uribe; si no me creen, revisen los documentos de WikiLeaks. Asimismo ha sucedido con Rafael Correa, presidente de Ecuador, y hoy en día ya forman un trío maravilla.
La política exterior de Colombia, históricamente marcada por su dependencia con Estados Unidos, ha variado un poco. A pesar de que Uribe siempre estuvo buscando la manera de complacer a los gringos, Santos está escudriñando en favor de una mayor unidad con los países similares a Colombia, obvio sin descuidar su amistad con Washington.
Recientemente, Uribe afirmó que sus súbditos no tienen garantías para llevar un proceso adecuado y justo en Colombia, cuando según él, la seguridad democrática le da garantías a todos los ciudadanos, no solo para vivir pacíficamente en Colombia, sino para enfrentar con justicia un proceso judicial. Debido a esto, los funcionarios de su gobierno buscan asilo en otros países, como es el caso de María del Pilar Hurtado, quien ya disfruta de las delicias del caribe panameño. ¿Qué estaría haciendo José Obdulio en Europa hace dos semanas? Dirá que no soy un varón como él, o un producto de la farándula colombiana. Santos defendió la justicia colombiana en una declaración en la que demuestró que no le gustó para nada la forma en que el expresidente se refirió al tema; además porque por fin escogió fiscal después que Uribe se la pasara agarrado con la Corte durante su segundo período.
En un gesto muy a lo Uribe, a través de su cuenta de Twitter, el exmandatario se dedica a resaltar los “logros” de su gobierno. Que los hay, sí, por supuesto; tampoco esos ocho años fueron una desgracia, aunque casi, sobretodo para los más pobres. El costo que produjo el gobierno de Uribe en términos de desigualdad económica y el inminente crecimiento de la brecha entre ricos y pobres es más que preocupante.
Las recientes leyes aprobadas por el Congreso de la República esta semana, entre ellas la del primer empleo y la reforma tributaria, le dieron a Santos un espaldarazo ratificando su apoyo en el legislativo. Otra de las leyes que generó mayor polémica fue la ley de víctimas. Desde un principio Uribe, desde Twitter, y amigos, desde los pasillos del Congreso, se encargaron de hacer lobby para impedir su aprobación. La ley destaca que las víctimas de la violencia en Colombia deben ser reparadas y respaldadas por el Estado, juzgando así a los victimarios. La ley resalta que no importa si la persona es víctima de los grupos al margen de la ley o si es víctima por crímenes del Estado. Los uribistas saben que les puede ir muy mal en este aspecto, y a toda costa querían impedir que la ley fuera sancionada por las cámaras.
El cara a cara entre Uribe y Santos apenas empieza, y aunque fue su jefe, el presidente tiene un historial de voltearepismo que lo ha caracterizado durante su carrera política. Ese enfrentamiento entre ambos puede generar un distanciamiento de los uribistas más “varones”, como diría José Obdulio Gaviria, del presidente, y podría tener consecuencias negativas para el proceso que lidera Santos de Unidad Nacional.
Así pues, mis estimados compatriotas que fuera del país celebran su nacionalismo, lo cual es formidable – yo también lo hago, pero reconociendo que el café y las flores no nos van a sacar del subdesarrollo – y alaban a uno de los presidentes que siempre buscó por todos los medios anteponer sus proyectos por encima de los propios del país, dejen ya de decir que Uribe fue la solución que necesitaba Colombia, y ahora Bogotá. Dense cuenta de las ollas podridas que se están destapando. Dejen también de celebrar a Santos como una victoria del uribismo, Santos los usó para llegar a la presidencia; les hizo creer que llevaba las banderas del uribismo y hoy les está volteando la arepa, lo cual también me parece formidable.